MENTIRAS Y CONTRA MENTIRAS
Observaciones a la guerra mediática actual basada en videos y documentos "secretos"
(ASC - Noticias) 10 - Octubre - 2008
Por Gisela López Rivas giselalopezrivas@yahoo.es
¿Cuál es la verdad?
Harta de la guerra de mentiras y contra mentiras
De la forma más irresponsable e irrespetuosa se está poniendo en tela de juicio la muerte de un número, todavía no preciso, de ciudadanos bolivianos que perecieron a balazos. No me queda la menor duda de que lo que se quiere, a través de la mayoría de los medios de comunicación, sobre todo de la televisión y con repercusión en la prensa escrita, es enterrar la pura verdad.
¿Cuál es esa verdad?
Un día las redes de televisión privadas de mayor rating se uniforman para publicar “testimonios” que “desmienten” los “testimonios” que publicó el canal del Estado el día anterior. Al día siguiente el canal del Estado recaba otros “testimonios” para “desmentir” las versiones que publicaron los privados. Como furgón de cola y con retraso de 24 horas, los diarios hacen eco de este círculo vicioso que nos tiene enfermos a los televidentes y lectores. Y cómo no, las radioemisoras también amplifican la danza de mentiras y contra mentiras.
Otro día, aparecen seres extraterrestres, “expertos”, para defenestrar un video que fue defenestrado el mismo día en que se publicó por primera vez. Todas las grandes redes privadas de televisión vuelven a “uniformarse”. El canal del Estado repite la reacción para defender lo indefendible.
Yo vi ese polémico video el día en que el canal del Estado lo difundió por primera vez. Más allá de la impresión que me causó, desde el punto de vista periodístico, debo afirmar que la forma como fue difundido, viola principios técnicos y éticos de un periodismo en tiempos de conflictos -principios que también están siendo infringidos con la difusión de otros videos de aquella penosa coyuntura-. Ese video debió presentarse como una denuncia flagrante, citando la fuente de procedencia y las circunstancias en que fue adquirido. Ese video debió ser explicado con la previa advertencia a los televidentes de la dureza de su contenido. O mejor, antes de su publicación, debió ser analizado en su contenido y en su impacto en la sociedad.
Ese video nunca debió haber sido utilizado para propaganda política del Gobierno porque se corría el riesgo de que pase lo que pasó: la oposición también lo usó y lo sigue usando con el mismo fin propagandístico, para defenestrar a su enemigo.
Si bien todos los medios audiovisuales trabajan sus noticieros sobre un guión, tengo la impresión que en esta coyuntura hay un solo guión para la mayoría de ellos, sobre todo para los que gozan de alta audiencia. Un solo guión que “alguien” lo escribe y “alguien” lo distribuye con orden adjunta. Un solo guión que uniformiza la noticia y condena a la sociedad a informarse de lo mismo, con el mismo enfoque, con el mismo análisis, con los mismos actores, con el mismo fin: desinformar.
En esta guerra de mentiras que, insisto, tiene el único fin de ocultar la pura verdad, todo vale. Imágenes “exclusivas” de testimonios que fueron filmados en aquellos días y que, al igual que el video del Tahuamanu, no tienen un origen oficial. No tienen crédito formal. O, periodísticamente, carecen de una fuente formal de información.
Vale también la difusión de fotografías “inéditas” que supuestamente demuestran que los primeros muertos fueron los autonomistas. ¿Para deducir qué? ¿Que los campesinos mataron primero y por eso terminaron muriendo también? ¿Para justificar el porqué hubo más muertes de campesinos “masistas”?
Todo vale. Hasta la palabra de un sacerdote que con mucha seguridad y sin la más mínima prudencia “religiosa” afirma que “los dos bandos estaban armados”. Los medios ya se olvidaron quien fue aquel sacerdote al que ellos mismos defenestraron.
El guión ahora es “demostrar” que en Pando no hubo masacre, sino “enfrentamiento armado”. Que los campesinos también estaban armados. Y, como si fuera poco, no hay duda de que se quiere demostrar que fueron los campesinos los que abrieron fuego y mataron primero.
Conociendo a los campesinos como los conozco, se que están dispuestos a ofrendar su vida en lo que ellos consideran “su lucha” reivindicativa de sus derechos sociales, económicos y políticos. Lucha a la que no van a ir cargados de hijos de esposas.
Pero ahora todo vale. Hasta la irresponsabilidad de difundir un supuesto documento confidencial del Ejército que da cuenta de la “verdadera intención del gobierno”: “recuperar el oriente”. Como si el oriente estuviese en manos de Brasil o de Argentina. Que terrible degeneración del noble oficio.
Contradictoriamente, a ningún medio privado le interesó “investigar” si la versión oficialista de que el gobierno confirmó un golpe de Estado por parte de los líderes de la media luna fue verdad o fue otra mentira. Nadie interpeló al gobierno para que muestre las pruebas del supuesto golpe cívico-prefectural.
Otro “detalle” que tampoco fue motivo de la acuciosidad periodística, está referido a los entretelones del diálogo de Cochabamba. Los medios privados se quedaron con las únicas versiones de la oposición: que fracasó, que hubo amenazas, que no hubo acuerdos, que el gobierno fue intransigente, etc. Esas fueron las verdades únicas en los medios privados.
Lo mismo en el canal del Estado. La única verdad fue la del gobierno, completamente opuesta a la que difundieron los privados.
A este paso, terminaremos teniendo dos historias distintas y paralelas de esta coyuntura, matizadas con las mentiras más infames que se ha podido verter no solo de la boca de los políticos, también de los mismos medios de comunicación que no reparan en difundir rumores como si fueran noticias. Que no les importa evaluar la representatividad social que tiene una fuente de información (en muchos casos no representan a nadie y declaran a título personal) y brindan sus espacios estelares y la extensión de sus páginas para transcribir no solo mentiras y acusaciones no probadas, sino también amenazas de muerte y expresiones duras de racismo.
Contradictoriamente, cierran sus agendas a aquellos sectores de la sociedad que sí son representativos. Y cuando las abren, es para estigmatizarlos como “milicias armadas” de “propiedad del gobierno” o de “militancia masista”.
La realidad nacional no es motivo de inspiración noticiosa. Ningún contenido informativo relaciona la miseria social de este país con el alzamiento de las “milicias armadas”. El análisis político es tan corto, que los dueños de esta palabra interpretan los hechos olvidando la historia de postergación y marginamiento en el que ha estado sumida la generalidad de bolivianos.
Ese 80% de pobreza y casi 60% de extrema pobreza rural tienen carne y hueso. No es una cifra fría. Tienen rostro de mujer atrapada en los índices de mortalidad de los más elevados de la región. Tienen rostro de niños y niñas que no conocen una escuela y que están condenados a esperar algún proyecto de alfabetización popular que busque rédito político. Tienen rostro de hombre cansado de ser peón jornalero, harto de ser explotado por el patrón, sin seguro de salud, sin derecho a vacaciones, sin derecho a ningún beneficio social y encima objeto de mentira mediáticas: “En Santa Cruz rige el salario de Bs 1.000”.
Ojalá los medios de prensa visitaran el campo para verificar si los jornaleros de la institucionalidad cruceña perciben un salario de ese nivel. Se sorprenderían con los hallazgos. Pero no, es más fácil y “beneficioso” creerle a la fuente de información “cívica”.
No voy a decir –como lo hacen ellos atribuyéndose la representatividad de todos- que “los ciudadanos estamos” hartos de tanta mentira y contra mentira. Es una expresión personal e individual. Creo que ya es hora de parar esta degradación del oficio del periodismo y su consecuente agresión al ciudadano y a la sociedad en su conjunto.
0 comentarios