CAMPESINOS E INDÍGENAS SE SACRIFICAN PARA QUE EL MAS GOBIERNE SOBRE SU SANGRE
(ASC – Noticias) 26 – Septiembre – 2008
Por Liborio Salazar
La lucha de los campesinos tiene sus razones.
Esperando vengarse de los cívicos “separatistas” y “racistas” que cierran las puertas de la ciudad y las plazas cruceñas a los “indios”, miles de campesinos e indígenas iniciaron una serie de medidas de presión como bloqueos, cerco y marcha a Santa Cruz. Pero esta lucha ha sido instrumentalizada para servir otros planes, los del gobierno, muy lejanos de los intereses reales de los campesinos, pero que ellos creen que son correctos porque lo consideran “su gobierno”.
El malestar de los originarios no es caprichoso, se alimenta de la discriminación centenaria pero más aún, el último suceso de la masacre de Cobija ha despertado su furia. Muchos marchistas provenientes del occidente con su movilización se levantan contra quienes les señalan, con carácter patriarcal y racista, que “son unos malagradecidos, que los recibimos con los brazos abiertos, les dimos trabajo, les enseñamos lo que es comer tres veces al día y así nos pagan”. La movilización rechaza ese estereotipo del “colla”, mezcla de desprecio y compasión, que preña la mente local y disimula el odio racial. Abrigan tanto empute que desean hacer fracasar la feria empresarial cruceña que cada septiembre se abre atrayendo a consumidores y empresarios. Todos estos sentimientos busca capitalizar el MAS.
Las grandes ideas que movilizan a los campesinos e indígenas, y que están detrás de sus luchas no difieren de las del pasado, son la tierra y su autodeterminación, pero son objetivos que el MAS ha deformado dándoles sesgo legalista y por eso todo lo deriva a la lucha por aprobar la nueva Constitución, a la que de forma subjetiva asigna virtudes que no tiene. Muchos seguidores del MAS ilusionados aseguran en privado que una vez aprobada la nueva Constitución se tendrá el poder suficiente como para escarmentar sino destruir a los ricos, a los poderosos, a los cívicos. Nada más falso, hoy mismo el gobierno del MAS con suficientes medios legales como para ponerlos en vereda ha sido incapaz de hacerlo, y nada asegura que con la nueva constitución, aunque sea a su medida, pueda hacer más. Además, cualquier constitución es un simple papel que no altera la realidad; los hechos son los determinantes, las ideas para plasmarse necesitan de fuerza material. A la violencia y majadería cívica que es retrógrada, necesariamente hay que oponerle la violencia revolucionaria, pero ésta no la encarna el MAS, que cada vez que puede asegura que está presente en esta etapa de la historia para impedir la revolución social, es decir para ponerse de acuerdo con los cívicos, con los patrones.
Bloqueo de caminos, marcha y cerco, toda una estrategia de miedo
Iniciaron un bloqueo de caminos que afectó doblemente porque se vivía ya un otro bloqueo cívico aunque de carácter más elitista y falsificado. Pero quienes inventaron realmente el bloqueo de caminos fueron los campesinos hace tiempo, mucho antes de Evo Morales. En la época de las dictaduras fue un mecanismo notable de resistencia. Luego los cocaleros fueron referencia temible con sus bloqueos de la carretera troncal Cochabamba – Santa Cruz en defensa del cultivo de coca.
También se cumplió un “cerco”. La palabra cerco, que para esta época aparece un tanto anacrónica y extraña, la usan los movimientos sociales porque siguen atados a la tradición de los cercos de la época colonial que tendieron los indígenas rebeldes sobre ciudades como La Paz y Charcas. En esa época, el cerco era rodear la ciudad, la que luego se asaltaba con descomunales y fieros ataques que han quedado en la memoria criolla como actos terroríficos. Estos cercos encarnaban el deseo de liberación del yugo colonial pero son un tanto despreciados por los historiadores por ser rebelión de indios. Pese al número de indígenas, los cercos nunca triunfaron, siempre fueron derrotados, no hallaron aliados en las ciudades que les permitan vencer. Ahora el movimiento campesino también se presenta así, solitario, y aparece como el demonio, presto a cometer sus desaguisados en la ciudad como invasor. No cuenta con una clase aliada en la ciudad que podían ser los obreros que se han mantenido ausentes e indiferentes a esta lucha porque aún viven sometidos al paternalismo ideológico de sus patrones, los empresarios cívicos, en tanto que el MAS se ha esmerado en alejarlos de los campesinos porque tiende a influirle con ideas comunistas. Si algunas individualidades apoyan la lucha campesina se diluyen en el conjunto de la masa.
Siguiendo la misma idea del “cerco” indígena, en la última época donde el MAS se destaca, se iniciaron acciones contra el Parlamento, para obligar a los legisladores a aprobar tal o cual medida, lo que sin embargo no es revolucionario sino legalista, los de abajo obligando a los de arriba a seguir oprimiéndoles.
El “cerco” a Santa Cruz fue complementado con la marcha para convergir desde diversos puntos sobre la ciudad. Movilizaciones y marchas fueron tomadas del bagaje de la lucha obrera. Ahí están las marchas por la vida, contra el neoliberalismo y esas marchas cocaleras e indígenas reclamando libre cultivo o territorio que ganaron tanta fama. También hubo esas que pedían constituyente, que traducido es tierra, pero que fueron opacadas por las marchas que exigían nacionalización y expulsión de las transnacionales.
Pero todos estos métodos de lucha han estado ora preñados de carácter revolucionario ora de carácter legalista de acuerdo a la situación y a la dirección de la lucha. Pero por influencia del partido de gobierno decididamente se han desnaturalizado y han servido para distraer la lucha por los intereses de las masas y sumar potencia a la estéril lucha interburguesa que se libra hoy, dejando de lado los verdaderos intereses de liberación de los pueblos. Por esa vía, los campesinos se tornan, replicando el pasado emenerrista, en pongos políticos, postergando sus propias necesidades y para comprobar eso basta ver las consignas que lanzan.
El abuso del movimiento indígena para los planes de poder masista
El MAS anunció que gobernaría con los “movimientos sociales” e inauguró la Constituyente en Sucre en olor de multitud, con un deslumbrante desfile indígena. Desde ahí los “movimientos sociales” manipulados se tornaron en instrumento de chantaje y funcionaron como grupos de choque sobre la oposición, cosa que en principio no provocó mayor preocupación. Pero, poco a poco, las movilizaciones, tan atrevidas a momentos, se vieron huérfanas frente al incremento de la convocatoria de la oposición cívica principalmente en base a prejuicios racistas. La vieja demanda de capitalía, desenterrada provocativamente como reivindicación regional, cerró el paso a estos movimientos en Sucre donde se habían concentrado velando por el funcionamiento de la tan preciada Constituyente, zanahoria con la que el MAS sigue manteniendo atados a los campesinos.
Pero lo más increíble y traidor es que a sabiendas, el gobierno, que se relaciona con esta masa engañada, la ha usado, donde le ha sido posible, como carne de cañón, como escudos humanos por ejemplo para defenderse de los cívicos y sus provocaciones. –Luego de que éstos desataron su orgía racista sobre los indefensos, lo que se ha visto es emerger al gobierno con un mejor perfil, como víctima y posible vengador. Así su popularidad se ha hecho mítica, logrando hasta la indignación mundial contra los cívicos por ejemplo con la última masacre de Cobija. La gente del MAS ha prohijado estas movilizaciones, y lo más grave sin importarle el costo de sangre, sin salir a la defensa oportuna frente a los terribles ataques cívicos, porque paradójicamente la sangre indígena sirve para incrementar la popularidad del gobierno y disminuir la de los cívicos, que con su racismo insano funcionan como los mejores propagandistas de Evo. Dirán que hubo intervención en Pando, sí pero tardía y pobre porque la gente sigue perseguida.
Usar a campesinos e indígenas como carne de cañón es habitual en el MAS. Sabiendo del peligro y que era necesario prever el ataque armándose o retirándose, igual han entregado a los campesinos a la furia de los cívicos y su lumpen. Así fue en Santa Cruz, con la marcha de indígenas que venían de El Torno, así pasó el 11 de enero en Cochabamba, o la brutal agresión en Sucre, tanto como las pateaduras y chicoteaduras a la marcha de la COD en Santa Cruz, y la última sangría de Cobija. Sin embargo ésta última parece haber sido la gota que derramó el vaso en la comprensión de la masa campesina y cualquier otro que se preocupe por la suerte de los indígenas, por su dimensión en cantidad de muertos, ante los cuales se clama venganza y por eso se movilizan desde todos lados para llegar a Santa Cruz y allí hacer sentir terror a los cívicos cruceños, considerados artífices de toda esta escalada racista y sangrienta. Mucha gente e instituciones relativamente independientes con razón denuncian estos sucesos pero terminan apareciendo como parte del cortejo que arrastra a la gente hacia la defensa del supuesto “proceso de cambio”.
Pero el conciliador MAS, sobre esa sangre derramada y con la fuerza de la indignación popular busca llegar a un entendimiento con los asesinos, los prefectos de la media luna, que el mismo Evo Morales califica como golpistas. Este acuerdo que se viene discutiendo, que ha tardado tanto, es en realidad inevitable, porque entre cívicos y gobierno hay un objetivo común y superior, la defensa de la propiedad, incluso la de los terratenientes, y por esa vía la defensa de la supuesta democracia que es en realidad opresión sobre las naciones indígenas.
La frustrada llegada de la marcha a Santa Cruz.
La marcha que amenazaba llegar a Santa Cruz asumió objetivos un tanto caóticos, más que nada dictados por los intereses del gobierno. Los intereses campesinos fueron relegados abiertamente por consignas como “devolución de las oficinas estatales” respondiendo a la desesperación de los masistas por retomar las pegas, “renuncia de Costas”, o “aceptación del referéndum para la nueva constitución“. Pero la esperada llegada a la ciudad finalmente no se cumplió. Mucho sacrificio, mucho empute, mucha cantidad de tiempo que se vino a perder para terminar en una reducida entrada a la ciudad de Montero y la realización de un cabildo manipulado con resoluciones pro gobierno, en vez de concentrarse en sus propias demandas referidas a la tierra, hoy en posesión de terratenientes y cívicos, que se ríen felices tras el susto, porque su propiedad sigue a salvo y han vuelto a obtener el apoyo de la clase media que prefiere secundarles a caer bajo la supuesta temible mano de los indígenas.
En Cochabamba, tras el susto también, los prefectos vuelven a levantar la barbilla y definen no aceptar nada sino se lleva adelante una nueva constituyente. Marincovich y otros cívicos anuncian que sino se les respeta pedirán que sus regiones se vuelvan
“protectorado”. Será el nuevo capítulo de otra batalla más feroz, porque el MAS ha dejado la puerta abierta para que se escapen.
Cívicos reflotan porque el miedo de la clase media les da fuerzas
La llegada de los indígenas a las cercanías de Santa Cruz, es sin embargo un hecho digno de tomar en cuenta y hacer comparaciones a la luz de la historia. No hay que olvidar que los españoles le asignaban a Santa Cruz la tarea de ser una ciudad vigilante de la “frontera” para cerrar el paso a los grupos indígenas que amenazaban las vías comerciales de Charcas y Potosí. Por ello en Santa Cruz, el “camba” o el indígena, principalmente el guaraní, era claramente señalado como el enemigo, y fue una imagen que se mantuvo y la tuvo alerta a esta ciudad desde su fundación y sus traslados tan míticos tienen esa causa, escapar de los “bárbaros”, idea que domina todavía en los sectores más conservadores, cultores del mito hispánico, cruceños de raigambre, vinculados a la hacienda rural.
Los cívicos anotan que la marcha campesina, de colonizadores e indígenas, es una “invasión del occidente”, figura útil para lograr fortalecer su liderazgo antioccidental. Paula Peña (asesora de Costas e ideóloga de la Nación Camba) indica que es una reedición de las invasiones punitivas de la época de los 50 y ella y otros usan el término “milicianos” con el objetivo preciso de que se recuerde a los ucureños traídos por el MNR para someter a los falangistas y otros que aparecieron encabezando las demandas cívicas y de regalías, contra el gobierno “comunista” del MNR. La lucha y resistencia cívica ha ido forjándose así, como gesta con rasgos de epopeya para perpetuarse en la memoria como ejemplo valioso y sello de identidad que conservan los cívicos poco cívicos.
Con el anuncio de la llegada de la marcha campesina, todos estos miedos se reactivan y la clase media de la ciudad, muy temerosa y fácil de manipular, entró en pánico. El grito de “se vienen los indios”, frase que es como una parte atávica de la cultura local, resonó en todos los hogares “bien”. Los medios y los cívicos alimentaron el miedo comentando sobre cómo “defender a nuestras hijas”, pero también haciendo cálculos sobre la seguridad de vencer, porque “ellos serán veinte mil pero nosotros somos un millón o más”. Cuán grande fue el temor despertado que por eso, por la emergencia, se suspendieron todos los actos de homenaje habituales para el 24 de septiembre, y esa mañana aparecieron cerradas a piedra y lodo las principales vidrieras de los negocios del centro, cubiertas con venestas y cartones, y alguien había tendido barricadas en la plaza, obedeciendo al llamado de un diputado ultracívico, como para ensayar un posible escenario de conflicto entre los “indios” y los defensores de la sagrada plaza cruceña.
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